Enamorarse es un padecimiento que concurre al alma, como si una burbuja
cubriera al amante con la presencia de la amado, esta inunda al ser-amante, y es que
el amor, al parecer, nace de la misma intimidad del ser-amante, y este queda sujeto al
otro para siempre sin posibilidad de morir, pues no ha provenido desde la
imaginación, sino que desde un lugar mucho más profundo y recóndito, desde donde
manan los gustos y disgustos, que nos hacen interesarnos por tal o cual cosa, que
llevan nuestra atención de un objeto a otro.
No obstante el deseo en general, hacia cualquier objeto es diferente del deseo
hacia un objeto determinado. En el caso del amor, la tradición se ha encargado de
dificultar la diferencia que existe entre „instinto sexual‟ y „amor sexual‟. Sin
embargo, en el primero, el apetito o el deseo (si se lo quiere así) preexiste a su objeto.
Dice Ortega y Gasset: “Se siente el apetito antes de conocer la persona o situación
que lo satisface. Consecuencia de esto es que puede satisfacerse con cualquiera. El
instinto no prefiere cuando es solo instinto”26. En cambio en el „amor sexual‟ lo que
se busca es „perfeccionarse‟, quizás con el instinto sexual se cumpla aquello de
conservar la especie, mas con el amor, el deseo del cuerpo y alma, el deseo de unidad con el individuo amado, es en último caso deseo de unión con lo excelente que es esa
persona. De este modo, el apetito nace al suscitarse frente a nosotros ese ser que
posee aquella belleza que eleva de nuestro interior el impulso erótico.
No comments:
Post a Comment